CABA - Ya había sucumbido ese dragón que incendió la ciudad de Buenos Aires durante tres días con temperaturas altísimas. Derrotada la bestia, el Cenard estaba ahora amenazado por una tormenta que se adueñaba del clima.
Mientras Leonas y alemanas se debatían en un choque de cuerpos y palos, en el horizonte relampagueaba y la gente se conmovía con esos flashes repentinos que iluminaban la noche del viernes.
Hasta allí, lo que podría preverse durante un partido cualquiera de hockey sobre césped: una atmósfera destemplada que agregaba un toque particular alrededor del sintético.
Nada más. Pero lo que era una fecha más de la Pro League, sin mucho más en juego que unos puntos de la primera rueda del nuevo torneo, terminó convirtiéndose en una batalla épica de tres horas que recordó el viejo ADN de las Leonas, y que puede quedar como un fuerte registro para el gran sueño: la medalla dorada olímpica en los Juegos de Tokio 2020.
El encuentro dejó muchísimo más que el 2-2 (goles de Merino y Luchetti) y la victoria 4-3 por penales (Carla Rebecchi -2-, Lucina Von der Heyde y Agustina Albertarrio).
Fue una muy exigente prueba mental, tanto por la oposición del buen equipo alemán como por los factores extra- hockey, que obligaron a suspender el encuentro en tres oportunidades por precaución.
Cada tanto, una de las mujeres de la FIH encargadas de controlar el partido señalaba al cielo y le avisaba a la referí que había que poner una nueva pausa: ¡peligro, rayos! El fastidio se acrecentaba.
Y ya en el tercer corte, las jugadoras de ambos equipos se sacaron de quicio por una suspensión que parecía exagerada y se pusieron de cara a las responsables.
Fue una muy exigente prueba mental, tanto por la oposición del buen equipo alemán como por los factores extra- hockey, que obligaron a suspender el encuentro en tres oportunidades por precaución.
Cada tanto, una de las mujeres de la FIH encargadas de controlar el partido señalaba al cielo y le avisaba a la referí que había que poner una nueva pausa: ¡peligro, rayos! El fastidio se acrecentaba.
Y ya en el tercer corte, las jugadoras de ambos equipos se sacaron de quicio por una suspensión que parecía exagerada y se pusieron de cara a las responsables.
Todo fue distorsionándose hasta un final de antología. La primera suspensión se dio justo antes de que Alemania tuviera que ejecutar un córner corto.
Y al regreso, a ponerse las máscaras para terminar soportando el gol visitante que decretó el empate parcial 1-1 (Rebecca Grote).
Tercas, porfiadas, las alemanas colocaron el 2-1 dos minutos después, luego de una seguidilla de jugadas fijas (Muller-Wieland). Las Leonas debían subir la montaña de nuevo bajo un escenario enrarecido.
Ya la lluvia empezaba a caer copiosa; la bocha intentaba rodar con el siniestro ruido de truenos de fondo, al tiempo que los paraguas se abrían en las tribunas como una coreografía.
Desde las nenas con camiseta argentina hasta las parejas de abuelos hechos un ovillo, todos se protegían de la tempestad con una convicción de hierro: querían ver cómo concluiría esa batalla con interrupciones de hasta 20 minutos.
La conexión para el gol de córner entre Silvina D'Elía y Charito Luchetti llevó el encuentro hasta el 2-2 y, después, a los penales australianos para la obtención del punto bonus.
Desde las nenas con camiseta argentina hasta las parejas de abuelos hechos un ovillo, todos se protegían de la tempestad con una convicción de hierro: querían ver cómo concluiría esa batalla con interrupciones de hasta 20 minutos.
La conexión para el gol de córner entre Silvina D'Elía y Charito Luchetti llevó el encuentro hasta el 2-2 y, después, a los penales australianos para la obtención del punto bonus.
Allí fue donde apareció, como en las viejas jornadas, ese temperamento leonino capaz de superar cualquier adversidad: Argentina llegó a estar dos goles abajo en esas frenéticas carreras de 8 segundos para convertir el penal.
Pero de a poco, las chicas fueron torciendo la pulseada: pudo haberse sellado con un globito de Von der Heyde que se fue por encima del travesaño.
Al final, Rebecchi -madre de un hijo, fruto de su amor con el exgoleador Jorge Lombi- selló el resultado para el triunfo con punto bonus.
En cuestión de segundos, muchas situaciones al mismo tiempo: Belén Succi, que había quedado lesionada a un costado y sin saber si podía seguir atajando en la serie de penales, se puso a festejar allí tirada y con la mirada al cielo tormentoso, moviendo los puños.
La gente -muchos enfundados en pilotos transparentes, festejaba bajo un súbito ataque de mosquitos que aguijoneaban en cualquier parte del cuerpo, pero sobre todo apuntaban a la boca.
Mientras tanto, ya con el éxito asegurado, se desencadenó natural el baile típico de las Leonas frente a la tribuna, todas abrazadas: "Se mueve paaara acá // se mueve paaara allá // esta es la banda más loca que hay".
Venían relegadas las Leonas en los últimos años, retrocediendo silenciosamente en el ranking y casi como si fuera una consecuencia natural del desconcierto deportivo y, por qué no, de una complicada transición.
Primero, un durísimo golpe en Río 2016 (7º puesto), luego una despedida rápida en los cuartos de final del Mundial 2018, un DT al que no se le tuvo confianza para continuar (Agustín Corradini) y el regreso de Carlos Retegui a la conducción, un hombre que parece ser destinado a ser el director de orquesta de grandes epopeyas.
Si necesitaban un golpe de fe, éste 2-2 con Alemania tuvo un valor agregado muy importante. Es la palanca que necesitaban para convencerse definitivamente con miras a los Panamericanos de Lima 2019 y Tokio 2020, un subidón de confianza que reaviva el fuego del equipo, en ese mix de jovencitas y veteranas.
Sí, fue apenas un partido de la Pro League, pero resultó una prueba de que es posible volver a sacar a flote ese juramento interno de no darse jamás por vencidas. El factor que las hizo grandes en el hockey internacional y que las puede reimpulsar para volver a lo más alto.
Debido a la lluvia, el partido que iban a jugar a continuación los Leones y Alemania quedó cancelado. La FIH determinó que el resultado definitivo es 0 a 0.
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